Nunca fuimos ángeles
jueves, 15 de marzo de 2007
Hace un par de semanas tuve una conversación muy interesante en mi opinión, e igualmente reveladora sobre la Iglesia, estructura actual y su devenir. Se habló a lo largo de una comida de esta situación y la verdad es que me mantuve en silencio en su practica totalidad ya que tenía más que aprender que aportar.
La conversación vino motivada por algunas declaraciones del sector clerical en las que alertan sobre el futuro incierto de Iglesia, centradas más las advertencias en su estructura interna (cada vez hay menos miembros de la Iglesia y la vocación disminuye) y en el ámbito financiero que en el sostenimiento de la institución en su causa de ser. A partir de esa premisa, se multiplicaron los comentarios en contra de dichas alarmas por parte de los comensales, en mi opinión, todos ellos llenos de razón.
En primer lugar, el patromonio de la Iglesia es uno de los más ricos del mundo, esencialmente basado en la las construcciones. Ante la falta de medios, son numerosos los monasterios o conventos que explotan económicamente parte de sus dependencias, subcointratando o cediendo licencias de gestión económica, como parkings, albergues, residencias o fábricas. En un entorno en el que el suelo es un bien escaso, el nuevo uso del existente asegura unos cuantos años de viabilidad.
Por otro lado, el Estado hace dos tipos de aportaciones a la Iglesia. En un pacto firmado a finales del pasado septiembre, algo que desafía la razón ya que no entiendo las motivaciones de un Gobierno laico para hacer un pacto con una agrupación religiosa, el Estado canceló las transferencias directas que abonaba anualmente a la entidad, además de las cesiones de IRPF del 0,52%, para elevar estas últimas al 0,7%.
Pero además, el contribuyente, a la hora de rellenar su Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas, puede elegir a quien cede ese 0,7%, a la Iglesia o ONG, si bien es cierto que dos de las mayores ONG, Cáritas y Manos Unidas, son organizaciones de la Iglesia con lo que aportación es mayor todavía.
La segunda de las aportaciones del Estado es indirecta. Si la Iglesia requiere de financiación, el Estado ha acudido en ocasiones como prestamista, si bien es cierto que al año siguiente condona el endeudamiento con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
Definitivamente la Iglesia es el mejor negocio montado, cobrar por hacer creer.
La conversación vino motivada por algunas declaraciones del sector clerical en las que alertan sobre el futuro incierto de Iglesia, centradas más las advertencias en su estructura interna (cada vez hay menos miembros de la Iglesia y la vocación disminuye) y en el ámbito financiero que en el sostenimiento de la institución en su causa de ser. A partir de esa premisa, se multiplicaron los comentarios en contra de dichas alarmas por parte de los comensales, en mi opinión, todos ellos llenos de razón.
En primer lugar, el patromonio de la Iglesia es uno de los más ricos del mundo, esencialmente basado en la las construcciones. Ante la falta de medios, son numerosos los monasterios o conventos que explotan económicamente parte de sus dependencias, subcointratando o cediendo licencias de gestión económica, como parkings, albergues, residencias o fábricas. En un entorno en el que el suelo es un bien escaso, el nuevo uso del existente asegura unos cuantos años de viabilidad.
Por otro lado, el Estado hace dos tipos de aportaciones a la Iglesia. En un pacto firmado a finales del pasado septiembre, algo que desafía la razón ya que no entiendo las motivaciones de un Gobierno laico para hacer un pacto con una agrupación religiosa, el Estado canceló las transferencias directas que abonaba anualmente a la entidad, además de las cesiones de IRPF del 0,52%, para elevar estas últimas al 0,7%.
Pero además, el contribuyente, a la hora de rellenar su Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas, puede elegir a quien cede ese 0,7%, a la Iglesia o ONG, si bien es cierto que dos de las mayores ONG, Cáritas y Manos Unidas, son organizaciones de la Iglesia con lo que aportación es mayor todavía.
La segunda de las aportaciones del Estado es indirecta. Si la Iglesia requiere de financiación, el Estado ha acudido en ocasiones como prestamista, si bien es cierto que al año siguiente condona el endeudamiento con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
Definitivamente la Iglesia es el mejor negocio montado, cobrar por hacer creer.
Etiquetas: Sociedad
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