¿Por quién doblan ahora las campanas?
viernes, 29 de julio de 2005
A raiz de un artículo que leí el pasado fin de semana, publicado en la revista dominical de El País, he decidido hacer este post. El próximo sábado, 6 de agosto de 2005, se conmemorará el sexagésimo aniversario del bombardeo de Hiroshima, donde a las ocho y cuarto de la mañana, el Enola Gay, un B-29 soltó la bomba atómica, bautizada como Little Boy, acabando con la vida de ochenta mil personas de inmediato. Tres días después, Nagasaki corrió la misma suerte. El bombardero Bockscar dejó caer sobre la ciudad japonesa la segunda bomba, Fatman, que, a pesar de errar su objetivo, mató a setenta y cinco mil habitantes.
En la actualidad, el debate sobre la acción bélica ordenada por el presidente Truman gira en torno al verdadero objetivo del mismo y no acerca de la idoneidad de la decisión tomada. ¿Fue un intento de los EE.UU. de finalizar una guerra que podría haber elevado hasta un millón más de víctimas ante el inexorable desembarco de tropas aliadas en Japón o tan sólo se trataba de una demostración de fuerza ante la U.R.S.S., con la que se dio comienzo a la carrera armamentística y a la Guerra Fría?
La verdad es que no lo sé pero cada vez que recuerdo o que vuelvo a ver las imágenes de ese enorme hongo de humo que formaron las detonaciones de ambas bombas atómicas, únicamente pienso en los 56 millones de personas, alrededor del 2% de la población mundial en aquellas fechas, la mayoría de ellos civiles, perdieron la vida. Y en que, por desgracia, el hombre es el único ser que tropieza dos veces con la misma piedra.
Etiquetas: Política
1 Comment:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
De esos 50 millones de personas que palmaron en la 2ª GM, 20 millones eran soviéticos. Y muchos no murieron precisamente por balas alemanas (basta ver "Enemigo a las Puertas" o leer "Un día en la vida de Ivan Denisovitch" para saber cómo morían).
El lanzamiento de bombas atómicas no es más que la demostración de que la guerra la ganan criminales y asesinos (como bien se mostraba en "Doce del patíbulo"). O lo que es lo mismo: que las guerras no las gana nadie (ningún ser humano, me refiero).