Lo que la verdad esconde

Oro: Elemento químico de núm. atóm. 79. Metal escaso en la corteza terrestre, que se encuentra nativo y muy disperso. De color amarillo brillante e inalterable por casi todos los reactivos químicos, es el más dúctil y maleable de los metales, muy buen conductor del calor y la electricidad y uno de los más pesados. Se usa como metal precioso en joyería y en la fabricación de monedas y, aleado con platino o paladio, en odontología. (Símb. Au). Igualmente, distinción que se concede en algunas competiciones a quien consigue el primer puesto de la clasificación.

Plata: Elemento químico de núm. atóm. 47. Metal escaso en la corteza terrestre, se encuentra nativo, en granos o vetas, y en algunos minerales. De color blanco, brillante, con sonoridad peculiar, muy dúctil y maleable y muy buen conductor del calor y la electricidad. Se usa como catalizador, en la fabricación de utensilios y monedas, en joyería y en odontología, y muchas de sus sales tienen empleo en fotografía por ser sensibles a la luz. (Símb. Ag, de su denominación latina argentum). Asimismo, distinción que se concede en algunas competiciones a quien consigue el segundo puesto de la clasificación.

Alquimia: Conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la ciencia química. Tuvo como fines principales la búsqueda de la piedra filosofal (materia con que los alquimistas pretendían hacer oro artificialmente) y de la panacea universal.

Árbitros: persona o figura que cuida de la de la aplicación del reglamento en algunas competiciones, cuyo criterio se considera autoridad y a que a través de la volubilidad del mismo puede convertir el oro en plata. Es decir, un alquimista invertido.
Mi aita tiene 63 años y hace 24, a punto de alcanzar la cuarentena, vio a una docena de tipos colgarse la medalla de oro. Yo el próximo año inauguraré los traumáticos treinta, y ayer vi a España ganar la medalla de oro olímpica que, por un error administrativo, burocrático, parecía plata sobre su pecho.

En realidad no. En realidad España perdió la final porque en definitiva las competiciones deportivas no son más que sumas y restas, aritmética pura, y sumaron menos puntos que los estadounidenses. Por mucho que traten de consolarnos con las frases hechas de plata dorada, o artificios semánticos en ese sentido, la realidad es que estos doce jugadores conforman el segundo mejor equipos de baloncesto olímpico. Pero si ésta es la una de las conclusiones inexorables alcanzadas, y otras más que igualmente no podemos negar.

Primera, España es el equipo que mejor baloncesto desarrolla de las selecciones que han competido en la modalidad de baloncesto en estos juegos olímpicos. Tan sólo Lituania podría llegar a discutir esta afirmación. Los esforzados argentinos se han convertido en un ejército valeroso pero diezmado y en ocasiones insuficiente. Los lituanos son competitivos, lo llevan en la sangre, pero en ellos no existe ese virus de excelencia que se ha propagado entre los españoles de esta generación. Si hay un equipo que merece la pena ver, ese es el actualmente y hasta dentro de cuatro años subcampeón olímpico.

La segunda de las conclusiones es el manido factor de arbitraje. Todo aquel que maneje unas nociones básicas del reglamento FIBA de baloncesto, ha observado las cantidad de infracciones de pasos realizadas por los estadounidense a lo largo del torneo, dado que en su liga, la normativa respecto al movimiento de pivote es distintita y están acostumbrados a otros movimientos automáticos. Un buen amigo comentaba ayer que lo flagrante no eran los pasos, una batalla perdida y que pudiera no ser tan determinante, si no el distinto baremo de los colegiados en cada uno de los campos. En partido de cuartos de final contra Australia, fueron a éstos a los primeros a los que les indicaron pasos y puedo asegurar que los americanos habían cometido la reiterada infracción en multitud de ocasiones anteriores. La excesiva bula recibida por la supuesta principal potencia no ha hecho si no rebajar el mérito de los victoriosos y elevar el grado de sacrificio y excelencia de los vencidos. Y por supuesto rebajar el crédito, ya lastrado por sus caseras actuaciones los colegiados europeos a lo largo de la competición. Empezando por Arteaga, supuesto hijo de una saga superior como se les presenta a los árbitros españoles, siguiendo por la supuesta eminencia en las infracciones por movimiento del pie de pivote, Lamonica y por el duro y punitivo Brazauskas. Me pregunto con qué derecho pitarán pasos en un partido de Euroliga vista su incompetencia o su prevaricación a lo largo de los Juegos.

Tercero y último. En cada campeonato internacional no-continental de baloncesto, la cuestión a priori es siempre la misma: ¿batirá alguien a los norteamericanos? ¿Existe una supremacía de los NBA sobre el resto del mundo? Yo odio la NBA. La aborrezco. La ausencia de un equilibrio en el juego, de ideas, de la primacía del juego en equipo respecto a las individualidades. El correcalles, la sobreprotección de las estrellas y la justicia en función de la clase social del jugador, la falta de sistemas, de la colaboración, el juego conjunto... Si a eso se le añade la egolatría, el narcisismo, el desprecio por el contrario, la barata solemnidad y la ausencia de deportividad, la humillación es el único de los destinos que mi mente puede considerar para ellos. Es incuestionable su superioridad física pero la destreza, la técnica y la amplitud de habilidades han sido sustituidas por músculos. Citius altius fortius pero nunca mejor. Son el Cirque du Soleil, para lo bueno y para lo malo. Son atletas superiores, pero no es un mejor equipo. Por mucha medalla de oro que lleven colgada.

 

1 Comment:

  1. Anónimo said...
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    Crack!

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