Raza

Para aquellos que lo desconozcan, Raza (1942) es el vástago de uno de esos procesos habituales en los regímenes autoritarios que se basan en al contaminación y uso de las artes como amplificador de la propaganda política. Las películas promovidas por Goebbels, en la Alemania nacional-socialista, la panfletarias películas de la época de Rossevelt y las pro-comunistas de la Unión Soviética son ejemplos del los intentos de mediatización de la masa a través de las artes. También para aquellos que no lo sepan, Raza es la representación de ese cine franquista por un motivo esencial: el guión era del Caudillo.

Obviamente no voy a tratar de realizar un estudio sobre el empleo del cine como método de propagación de ideas políticas. Lo que sí quiero evidenciar la contaminación que se ha producido en los canales de televisión de este fenómeno de la defensa del orgullo nacional, el ensalzamiento del sentimiento patriótico, de la adoración de la entelequia denominada patriota.

Vaya por delante que no soy nacionalista, ni territorial, ni regional ni nacional. Nací en Donosti, capital de la provincia de Guipúzcoa, una de las tres que conforman Euskadi, también denominada Comunidad Autónoma del País Vasco en el resto de la nación de España, perteneciente a un conjunto de países englobados en la organización de la Unión Europea, situados en dicho continente, parte de un planeta denominado por sus habitantes Tierra.

Si bien es cierto que mi identificación es más localista que nacional, probablemente me considere más euskaldun que español, entiendo que no es más que una majadería dado que soy ambas cosas, intrínsecas e inseparables, considero que ese sentimiento nace de una mayor complicidad con mis semejantes en dicha región que en otras zonas de la península (y eso que vivo en Madrid).También es cierto que pertenezco a ese grupo de gente que arrugan la nariz y el entrecejo al oír las palabras España, rodeada de exclamaciones, náusea originada por el uso partidario, maniqueo y partidistas de la identificación nacional. No tengo problemas en identificarme ante alguien como español, pero en el momento en que ello implica abrazar la bandera con el orgullo de los elegidos, mi acto reflejo es dar la espalda.

Y en este punto es donde nace mi denuncia. De un tiempo a esta parte he observado un creciente punto chovinista, de nacionalismo extremo en los medios de comunicación. En un país en el que el término nacionalismo tiene una connotación claramente negativa, aplicable a los vascos, catalanes y gallegos, en ese orden y de mayor a menor, la costumbre es la de ver la paja en el ojo ajeno y no el menhir en el propio. ¿Acaso el "España, España", "Yo soy español, español, español", o el día de la Hispanidad no son actos de naturaleza claramente nacionalista? ¿Esas exclamaciones de "ser español es lo más grande", "cuando oigo/ veo el himno/la bandera me emociono" son comentarios globalizadores o localistas?

Los medios de comunicación, conocedores de las debilidades humanas y magnates en la explotación de recursos poderosos como esos, han apelado a la identificación nacional para atraer a su sintonía a los espectadores. Desde hace un par de años hemos comprobado que las habituales retransmisiones de acontecimientos, esencialmente deportivos, caracterizadas por los tonos elevados, casi frenéticas narraciones, han embadurnados sus locuciones con comentarios de índole nacionalista o pseudo patriótico. Pero no basta con tratar de generar una identificación con la camiseta, si no que ha derivado, en aras de una mejor comercialización del producto, en un estigma chulesco, en el menosprecio y ridiculización del contrario, en una creencia de superioridad moral, todo ello en el mismo sentido del archifamoso Rh-.

Identifico los orígenes de esta praxis en las nuevas cadenas, La Sexta y Cuatro, con sus retransmisiones de los mundiales de fútbol y baloncesto. Si todo empezó con la inclusión de la publicidad de la propia cadena en los comentarios, derivando en el auto bombo y en vanagloriarse de quiénes son y cómo lo hacen, el paso siguiente fue reconocer los superiores que somos todos los nacidos bajo la misma bandera. Un fuerte sentimiento nacionalista que se le achaca a los estadounidenses pero que nos cuesta identificar en nosotros mismo.

El último contaminado ha sido el ente público. Resulta lógico teniendo en cuenta que es el medio que retransmite la competición por naciones por antonomasia, las Olimpiadas. A lo largo de estas dos semanas, en cualquier momento dada su reiteración, hemos escuchado las glorias de los españoles y las miserias de sus contrarios. Si un español gana, obliga a hincar la rodilla a sus contrarios. Si un español pierde, ha sido mala suerte o culpa de un demiurgo o deidad superior (como bien me dijo alguien esta semana, la creencia en la existencia de un complot o trama en contra de uno es un sentimiento muy propio de los nacionalistas). Comentarios de otros países en el mismo sentido, generarían verdaderas convulsiones en el nuestro. Pero mientras seamos el que apunta y no el que recibe el disparo, nos da igual.

Solo quiero hacer un apunte más. El hecho que me ha llevado a soltar este tostón son los comentarios de Nacho Calvo en el partido de España contra Australia en cuartos de final de la competición de hockey hierba. Sus incesantes ataques a los oceánicos generaron el efecto contrario. El locutor repitió de manera exagerada la estrategia de los australianos de quedar segundos con objeto de cruzarse con un rival más cómodo en su opinión, España, a la que siempre han batido en JJOO y con la que tienen un mayor porcentaje de victorias en sus enfrentamientos. Calvo, arguyendo dicha decisión como una ofensa, solicitaba vendetta, humillar al contrario, obligarles a lamentar haberse dejado ganar. Para la media hora del partido ya era aussie. Y así llevo toda la olimpiada.

 

1 Comment:

  1. Anónimo said...
    El partido era de semis, no de cuartos aunque da un poco igual.
    En cualquier caso... Nacho Calvo. Bueno, tampoco es que se le pueda pedir mucho al hombre...

    A mi me gusta el que hace las entrevistas a los atletas cuando acaban sus pruebas (Amat no sé qué o no sé qué Amat, uno alto con barba) que les mete una caña que no veas. Sorprende encontrarse con un periodista que no les haga la pelota a los deportistas, ni les ría las gracias ni nos sorprenda con un nueva excusa por una mala actuación. Claro que luego pasa lo que pasa... que algunos no están acostumbrados a eso y se lo toman mal como el tal Olmedo tras la prueba de 800. No sé si lo vistes pero fue antológico.

    Esto me hace pensar que debería escribir un post sobre las excusas que llegan a hacer servir los deportistas españoles. Diría que a eso no nos debe ganar casi nadie.

    En cualquier caso, sobre el tema principal del post... ya sabes lo que opino (o creo que lo sabes).
    Es una pena que con los problemas que hay en el mundo, se pierda tanto tiempo y se gaste tanto dinero en patriotismo y chorradas relacionadas...

    pd. ¡Podemos! :-P

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