Cosas que hacen que la vida valga la pena

Por ejemplo, un párrafo como éste:

A cambio, él le llevó a Oxford, desde su casita de campo, una selección de discos que quería que ella aprendiera a apreciar. Inmóvil en su asiento, ella escuchó a Chuck Berry pacientemente, con los ojos, cerrados y una concentración excesiva. Él pensó que quizá no le gustara “Roll over Beethoven”, pero a ella le pareció divertidísima. Él puso sus “torpes pero honorables” versiones de las canciones de Chuck Berry hechas por los Beatles y los Rolling Stones. Ella intentó encontrar algo elogioso que decir sobre cada uno, pero empleó palabras como “alegre”, “animado” o “sentido”, y él supo que simplemente procuraba ser amable. Cuando el sugirió que ella en realidad, no “conectaba” con el rock and roll y que no había motivo para que siguiera intentándolo, ella admitió que lo que no aguantaba era la percusión. Cuando las canciones eran tan elementales, casi todas un simple cuatro por cuatro, ¿por qué aquel incesante golpeteo, estrépito y repiqueteo para llevar el compás? ¿A qué venía, cuando ya había una guitarra rítmica y a menudo un piano? Si los músicos necesitaban oír los compases, ¿por qué no utilizaban un metrónomo? ¿Y si el cuarteto Enismore añadía un batería? Él la besó y le dijo que era la persona más cuadrada de toda la civilización occidental.

- Pero me quieres -dijo ella

- Por consiguiente, te quiero.

Chesil Beach (2007) – Ian McEwan

 

1 Comment:

  1. alexmo2k said...
    Este libro me lo leo fijo.

Post a Comment