Una historia de violencia
sábado, 14 de enero de 2006
Un hombre entra en el edificio de Correos de Madrid y acribilla a dos de sus antiguos compañeros y hiere de gravedad a otra. Al día siguiente, aparecen dos cadáveres en un terraplén a las afueras de la capital. En Valencia, un empresario dispara sobre ocho supuestos atracadores y provoca la muerte de dos de ellos, mientras la sociedad todavía tiene en mente la tortura y asesinato de un matrimonio de joyeros en Castelldefels y Zaragoza se estremece ante la aparición de los cadáveres de dos militares, divorciados, y de su hija de cinco años en una casa cuartel. En un país que todavía juzga a tres jóvenes por quemar viva a una mendiga que resulta ser una secretaria de eminentes ejecutivos malograda por las drogas, en el norte de la península, en el barrio de Basurto de Bilbao, un individuo atropella mortalmente a un niño y una niña, hermanos, en un paso de cebra mal señalizado para los amos del volante. Distintas consecuencias para el empleado de un hospital que, a pocos metros de su lugar de trabajo, golpea con su automóvil a una imprudente niña que cruza sin mirar. Sentenciado por la familia, es ajusticiado con 11 miembros de un jurado de pólvora y metal, a golpe de gatillo en ausencia de maza. Pero en la Europa de la Unión, todos somos iguales, tal y como quiso demostrar el austriaco que asesinó a cuatro de sus cinco hijas, todas ellas menores de diez años, apaleó a su esposa y a falta de mayores desgracias, se suicidó (a pesar de poder haber llevado a cabo el orden inverso). Incluso la ausencia de fronteras ha favorecido la importación de cadáveres, como el matrimonio británico encontrado muerto en dos automóviles de lujo distintos en lugares separados del sur de Tenerife.
De pequeño temía a la oscuridad, a cada uno de los seres de pesadilla que se encontraban en el fondo del armario, bajo la cama o en cualquiera de las sombras que inundaban mi cuarto a la hora de mis sueños. Ahora que soy mayor, son esos sitios los únicos seguros.
Etiquetas: Sociedad
4 Comments:
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Qué fatalista que has estado en este post, por cierto, sólo te ha faltado echarle la culpa al Estatut, a Carod Rovira, a Villar o a Bin Laden.