Bananas
sábado, 8 de abril de 2006
Siempre me ha molestado profundamente el uso impune que mucho jóvenes han realizado de la figura del controvertido revolucionario argentino Ernesto Guevara, "Ché" Guevara. Todavía recuerdo una clase de economía en la facultad, cuando nuestro profesor, un rojo recalcitrante, fumador compulsivo incluso durante el acto de la docencia (me pregunto que será de él en estos tiempos de caza al emanador de humos), solicitó que nombrararos a un personaje que obedeciera a la calificación de reaccionrio (en alusión a Adam Smith, padre de la economía). Alguién lanzó el nombre del Che, respondiendo el educador, con visible malestar, que era un revolucionario, pero que lo daba por bueno. Advirtiendo que era un gran conocedor del argentino, inquirió de nuevo, "¿Pueden (nos trataba de usted) decirme de donde era Guevara?" a lo que alguien respondió Cuba. Realmente enfadado, preguntó nuevamente, "¿Y a quién se enfrentó?", oyéndose en respuesta otra voz que afirmó "A Fidel Castro". Soltando bufidos, el profesor abandonó la clase para volver 5 minutos después más calmado, pero acusándonos con todo el derecho del mundo de ser unos incultos.
Por esa misma razón, no puedo evitar fruncir el ceño cuando veo a un chavalín con una camiseta, sudadera o cualquier otro tipo de elemento que lleva impresa la imagen de Ché. ¿Cómo se puede elevar a ídolo a una persona que se desconoce de tal manera? Además, la proliferación de su uso ha llegado a niveles insospechados. Ayer, fui a ver Bienvenido a casa, la última película de David Trueba, y uno de los personajes, un reaccionario total (porque está en contra de todo), concluyó "El Ché es un icono desgastado. Es el ratón Mickey de la revolución". ¡Qué gran verdad!
Etiquetas: Cultura
¿Me he salvado de la quema?
La muerte de la persona Ernesto Guevara le hizó mucho bien al mito del Che. ¿Qué hubiese pasado si no hubiese muerto? Nunca lo sabremos aunque yo dudo bastante que hoy en día fuese tan admirado por tanta gente.
Nada más oir la frase aquella en el cine recordé nuestras conversaciones, kayult (o mejor dicho, mis monólogos). Y no pude evitar comenzar a redactar mentalmente el próximo post.