Cruce de caminos

Cada mañana son ya multitud los periódicos gratuitos que se reparten en los principales puntos de afluencia masiva a las 8 de la mañana en las capitales de distintas provincias. Metro, 20 minutos, ADN, Qué, El crack 10... multitud de prensa gratuita de usar y tirar, de fácil consumo que permite conocer la realidad de una manera accesible, casi lúdica, con menor densidad que la prensa escrita habitual (y de pago). Un medio de comunicación de 15 minutos, el equivalente al viaje de cada uno a su respectiva mina.

Pero lo más curioso es que el proceso, la vida de cada uno de estos ejemplares siempre es la misma: se dejan en los asientos del metro y de los autobuses, en las papeleras de las estaciones, en los despachos comunes de las oficinas, en los bares y cafeterías, en cualquier sitio público en el que el periódico desechable pueda ser reutilizado por otro conciudadano. Cada mañana observo como mis vecinos de vagón depositan el diario gratuito en un de los bancos de la parada de metro de destino. Es cierto que en la mayor parte de los casos no se trata más que de desembarazarse de una molestia, una carga incómoda pero en otros casos, probablemente una minoría, es un gesto no de generosidad, pero sí de empatía hacia el próximo desconocido que quiera ocupar el tiempo muerto que transcurre en el desplazamiento hacia su destino de una manera lúdica e instructiva.

Hace un par de días, al ver esta imagen, recordé aquel movimiento que nació en EE.UU., hace ya casi cinco años (el 17 de este mes se cumplirá el quinto aniversario). Se trataba del bookcrossing, un movimiento que consiste en compartir libros con desconocidos. Los métodos para ello son amplios: la modalidad bookring que no es más que formar un anillo de personas en las que una cede un libro suyo que va pasando de mano en mano hasta retornar a su legítimo dueño. La variante de este método es el bookray, idéntica salvo que el dueño con el primer traspaso se despide eternamente de su libro. Similar pero sin conocer quien recibe el libro, está la modalidad into the wild. Consiste en abandonar un libro en cualquier lugar, sometiendo al azar las aventuras y desventuras del libro en cuestión.

Todo ello se basa en un concepto, la comunidad, la solidaridad entre las personas, la interrelación con los semejantes. Recuerdo que cuando leí esta noticia pensé que era uno de los valores morales que deberían dignificar al hombre como ser racional por fin asomaba la cabeza en este entorno desolador (eso, y que yo sería incapaz teniendo en cuenta mi apego a los libros). El bookcrossing, como el intercambio de diarios gratuitos no es sólo una muestra de altruismo y de solidaridad, es también un buen ejemplo. Un comienzo perfecto para cambiar a algo mejor.

 

1 Comment:

  1. Anónimo said...
    En este mundo de consumismo extremo, la acción de reutilizar cualquier objeto es toda una alegría. Miles de cosas, las usamos una temporada (un día, un mes o un año), y las tiramos. Qué fácil sería que hubiera lugares en los que pudieras acceder a cosas que los demás no necesitan pero que es posible que te puedan venir bien. Yo ya he topado con algún libro, de estos que viajan por el mundo. Yo estaría dispuesto a cederlos, pero por ejemplo, mis comics no dejo que me los toque ni mi hermano. Cosas de la naturaleza humana.

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