Seis grados de separación

A pesar de que llevo ya una semana trabajando, puedo anunciar de manera oficiosa que mis vacaciones de verano finalizaron ayer. El hecho de que las dos próximas semanas desempeñaré supuestamente la labor por la que recibo mi jornal sin la supervisión de mis innumerables amos, no implica una prolongación de las vacaciones aunque probablemente sí que suponga una aclimatación un poco más extensa a la dura vida laboral.

Dulce es el sabor de boca que me han dejado las vacaciones. Primera semana en la ciudad condal, visitando a los amigos y meditando sobre la vida y sus implicaciones a la orilla del mar en playas no masificadas, tal y como me había prescrito mi médico, al que también obedecí en su taxativa recomendación de disfrutar de opíparas comidas (en este caso, cenas) . Dormir, leer y comer. Nerón estaría orgulloso.

Segunda parte de las vacaciones en la tierra natal, dedicando el tiempo libre al deporte rey de la región, salir y... (a buen entendedor, puntos suspensivos bastan). Menos que en otras ocasiones pero más de lo que pensaba. Tanto en terreno conocido como en territorio virgen, al menos para mí, y con buen resultado en todas partes.

La guinda del pastel, tras una primera semana de trabajo, este último fin de semana. Lamentablemente, la fruta se agrió ante el accidentado camino de vuelta. Eso, en el mismo fin de semana en el que las estadísticas de la DGT constataban la alta siniestralidad en el último año, con una exagerada y alarmante incidencia en los menores de 30 años, y la necesidad de concienciarse de que los mortalidad en la carretera es mucho mayor que la de otros asuntos que ocupan portadas en los medios de comunicación. Afortunadamente, el motivo de la demora en nuestro viaje se debió a causas endógenas, en el sentido más físico de la palabra, que a incidentes más peligrosos.

Curioso es también que dentro de unos días se cumpla una decada de la muerte de Diana de Gales, en un accidente de tráfico. John Carlin le dedicó un reportaje a la respuesta de la sociedad británica al fallecimiento de su princesa y el sentimiento que produce su desaparición y las acciones de aquellos días en la actualidad. Lo más curioso, además de la extraña relación subjetiva que me ha hecho a llevar a realizar este post, es que, tal y como cuenta el periodista inglés, cerca del túnel donde se estrelló el coche de la princesa, en un muro, la gente ha ido realizando distintas inscripciones, en el que se puede leer, "Lo hemos conseguido. Por fin te dejamos una nota de tres vasquitas bien majas. Lady, que te vaya bien bonito allá donde estés".

 

4 Comments:

  1. Anónimo said...
    salir y... ¿follar?
    xD
    oh no... soy un depravado...

    pd: ¿pero con esto del carnet por puntos no era todo maravilloso?
    pd2: tenemos que hablar.
    Anónimo said...
    Tio! eres un crack!! El rey del 43 ;-) jajaja
    Citizen Betagarri said...
    Follar? Acaso no ves Vaya semanita? "Aquí, aquí, aquí no hay quien folle, aquí no, aquí no".

    Pocoyo... La próxima vez la tapicería no saldrá tan bien parada. Y olvídate de Elly!
    Leire said...
    Así que los de Vitoria, nada de nada... pues en Bilbao somos más animados por lo que veo. ¡Ups!

    Pocoyo, la próxima vez ¡que vaya en bus!jeje

    Álex, ¡jo! de qué tenéis que hablar? qué intriga! Lo vuestro ya no funciona? Ya sé... "no es por él, es por tí..." ;)

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