La caída del imperio romano

El mundo se acaba, a algunos no les da tiempo a bajarse a tiempo y son arrollados por el "progreso". Los fines de semana no dejan de parir lunes negros, y van..., mientras los débiles son fagocitados por el inclemente mecanismo financiero. ¿Quién será el siguiente? Morgan, Goldman, Washington Mutual, Wachovia... Bueno quizás no tan despiadado dado que algunos son elegidos para ser sujetados por el fornido brazo público, ese que tantas veces han despreciado con argumentos de intervencionismo y libre mercado, y otros son dejados caer. Existe cierto criterio, desde luego, pero en estos días no paro de recordar esas obscenas utopías de las clases de economía acerca de que el mercado es perfecto y que se ajusta automáticamente.

La columna de Enric González de ayer resumía en gran medida mi pensamiento sobre los acontecimientos que dominan los medios de comunicación en los últimos días. Tomando la licencia que permite un fan, extraigo una parte de su comentario que ilustra mis pensamientos sobre esta crisis.

Las crisis son cíclicas, y desde el estallido de la primera burbuja (la especulación holandesa con bulbos de tulipán) se escuchan las mismas frases: el sistema financiero aprenderá, no repetirá errores, se ganará en solidez. Les aseguro que en los próximos meses toparán continuamente con esos mantras consoladores. No crean ni una palabra. El efecto de las crisis es exactamente el contrario. Suelen mejorar los controles gubernamentales, los mecanismos de emergencia de los bancos centrales y las garantías públicas, pero el sistema financiero se vuelve más irracional con cada desastre. ¿Por qué? Porque las entidades supervivientes se hacen más grandes y rentables (alguien se quedará con los activos sanos de Lehman Brothers), porque cuando se recupera el crecimiento el dinero llega solo, y porque sus directivos, pasado el tembleque, se convencen de su propia infalibilidad. Si aún estamos vivos, se dicen, será por nuestro talento. Y vuelven a inventar derivados ultracomplejos, a calentar el mercado bursátil con lo que Alan Greenspan llamaba "exuberancia irracional", a apostar con dinero ajeno (un párvulo puede invertir en Bolsa, eligiendo al azar, con mayor provecho que los analistas de un banco: ese experimento ya está hecho) y a exigir a los Gobiernos que no interfieran en su sagrada libertad.

Sobreviviremos a esta crisis, de mejor o peor manera, pero en algún momento la situación se tornará positiva y la luz tendrá otro color. Pero no me cabe ninguna duda de que viviremos otra dado que la economía es la única ciencia que no aprende de los errores del pasado. Se trata de un mecanismo caníbal que no duda en automutilarse por seguir creciendo. Se producirá una limpieza y lo más débiles y menos preparados caerán, los más inconscientemente voraces desaparecerán, pero la idiosincrasia del mercado subsistirá. ¿Y cuál es ésta? Cuanto más, mejor y adquiere el suficiente tamaño y relevancia para que cuando veas las barbas de tu vecino pelar, el Gobierno venga las tuyas a proteger.

 

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