La leyenda del indomable
lunes, 29 de septiembre de 2008
No era -no me acostumbro al pretérito perfecto simple- sólo un par de ojos azules. Era esa nariz derruida a golpes de Marcado por el odio, era esa muleta que trata de sostener una vida en La gata sobre el tejado de zinc, las dos docenas de huevos cocidos de orgullo y superación de La leyenda del indomable, el guiño mordaz, chulesco de El golpe, el bombín y la bicicleta, desenfadados de Dos hombres y un destino, el pinball que tragaba las bolas y su vida en Veredicto final, el taco de billar de la perdición en El buscavidas y El color del dinero, el instinto animal de El largo y cálido verano, el horno homicida en Cortina Rasgada, o simplemente una salsa de ensalada solidaria.
Uno de los grandes, un ser en el que confluyeron la belleza y la calidad, un tipo formidable, un individuo generoso, un hombre distinto. No hay mejor tributo que el compromiso de recordarte toda la vida, y la promesa de parcernos algo a ti.
Etiquetas: Cine
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Titi